Vistos ya los pasos previos a considerar en la organización de todo viaje por nuestra cuenta: planificación, presupuesto, etc., llega el momento de fijarnos en todos aquellos aspectos complementarios, pero también esenciales para que el resultado final sea óptimo: saber qué queremos ver y hacer, estructurar el itinerario y las etapas, los horarios, las costumbres locales, etc.
Cuidar todos esos detalles será fundamental para que el viaje, corto o largo, sea un éxito. Y aún más importante es que esa labor clave la hagamos disfrutando y pasándolo bien. Recordemos que un viaje arranca en el mismo momento en que se empieza a pensar en él...
Aunque os sugerimos que no dejéis de revisar los artículos que encontraréis al final de esta página, no está de más dar unas pinceladas sobre estos temas.
Podemos empezar la tarea utilizando como punto de partida una buena guía turística -o aún mejor, más de una- que nos oriente sobre los lugares más interesantes de nuestro destino. Luego ya completaremos la información con la ayuda de Internet.
Una práctica idea que nos ayudará a confirmar si las impresiones que hemos obtenido se ajustan a lo que realmente esperamos, es buscar fotografías en Internet de los lugares que nos interesen.
De esa manera, si nos gusta lo que vemos, al menos tendremos cierta seguridad de que no erraremos el tiro cuando estemos allí en vivo y en directo, pues no pocas veces los autores de guías turísticas pecan de un entusiasmo descriptivo no demasiado fundado.
Así, poco a poco, iremos reuniendo más y más información sobre nuestro viaje con el resto de medios a nuestro alcance. Ocasión tendremos de ir afinando la composición de las etapas hasta dejar el viaje a nuestro gusto.
Al mismo tiempo iremos reuniendo también toda la información posible sobre los factores a tener en cuenta a lo largo del viaje: trámites burocráticos necesarios, horarios, autopistas de peaje, embarques en ferry, rutas alternativas y, en general, todo aquello que pueda afectar a su desarrollo y que debamos hacer o saber.
A continuación haremos una lista con todas las ciudades, visitas, museos y actividades que nos vayan llamando la atención, lo que nos será muy útil a la hora de estructurar las etapas de nuestro viaje. Al principio apuntaremos todo lo que nos atraiga, sin preocuparnos de más. Ya la iremos seleccionando y puliendo a medida que avancemos en el conocimiento del itinerario.
Como no está el horno para bollos, también nos vendrá como anillo al dedo tener una idea lo más aproximada posible del coste de nuestro plan de viaje, pero seguro que a eso ya lo habremos dado una vuelta al tratar el tema del presupuesto disponible, solo que ahora ya toca ir concretando las partidas: combustible, peajes, alojamiento, gastos varios, alimentació, actividades, etc. De esa manera nos aseguraremos de tener luz verde o no para continuar con su preparación. Si lamentablemente “la tela” no diera para más, entonces no nos quedaría otro remedio que hacer los cambios necesarios para adaptar los planes al presupuesto disponible, incluso hasta cambiar el destino final. En cualquier caso resulta evidente que no va a costar lo mismo pasar las vacaciones en la piel de toro, que llegar al Cabo Norte...
Con la “lista de preferencias” en la mano y con los mapas necesarios (mejor en papel que virtuales), llega el momento de perfilar las etapas que compondrán el viaje, empezando por ubicar los puntos de interés en el mapa. Este paso es fundamental para el buen desarrollo del viaje, pues “visualizaremos” rápidamente cómo se distribuyen geográficamente los puntos de interés elegidos. De esa manera, por ejemplo, será más fácil elegir la situación del camping (u otro alojamiento) desde donde visitar esos puntos de interés, así como evaluar la facilidad de accesos: autovías, carreteras, etc.
Nuestra experiencia nos dice que un elemento esencial en la planificación de las etapas del viaje es ubicar lo antes posible los camping que nos habrán de servir de campamento-base. Viajando con caravana, carro-tienda o tienda de campaña ese es un paso fundamental. Y lo mismo vale para aquellos que viajen de hotel o apartamento, da igual si en coche o en moto.
Elegiremos los camping o el alojamiento, procurando mantener un buen equilibrio entre los desplazamientos a realizar durante las visitas previstas –teniendo en cuenta que habrá que regresar "a la base" cada tarde/noche- y la necesidad de evitar, en lo posible, los cambios de camping o de alojamiento. No olvidemos que los traslados siempre suponen un gasto de tiempo importante, así que en este asunto, como en otras muchas cosas, menos suele ser más.
Una vez elegidos los alojamientos, los principales lugares a visitar y las actividades a realizar, podemos empezar a “diseñar” cada etapa, día a día, teniendo muy en cuenta los condicionantes existentes en cada momento: (desplazamientos, tiempo, gustos, alojamiento, tiempos muertos, etc.).
Y así llega la hora de dar forma al “rompecabezas”. Una práctica manera de hacerlo es cogiendo una hoja de papel en blanco y, en una columna, escribir la fecha y los días de la semana de todo el viaje. Con ella iremos “rellenando” cada día con los datos de nuestra lista de “puntos de interés”. De esta manera iremos comprobando si “nos cabe” todo lo que nos gustaría ver o hacer. Como casi nunca se suele dar con la distribución ideal a la primera, a partir de este primer esbozo y a medida que vayamos descubriendo nuevos intereses o iniciativas, iremos ajustando el itinerario hasta dejarlo a nuestro gusto. . Esta fase puede ser bastante larga y no es raro que pueda durar varias semanas, a fin de cuentas leer las guías y el resto de información disponible no se hace en un pis pas y durante la recopilación irán apareciendo cosas que nos empujarán a hacer cambios. No pasa nada. Es parte del proceso y es bueno que así sea. Para facilitar la tarea es buena idea usar el ordenador, así podremos ir modificando el itinerario sin las limitaciones del lápiz y el papel.
Cuando la distribución de las etapas empiece a bien definida, será el momento de formalizar “la hoja de ruta” de cada etapa. Ellas formarán el “libro de ruta o libro de bitácora” del viaje. Aunque su uso no es imprescindible, sí resulta muy recomendable tener las etapas por escrito, tanto para saber qué hacer, como para tener a mano todos los datos y detalles importantes que nos ayudarán a hacer el viaje más fácil y agradable. Sin olvidar que otra de sus grandes ventajas es permitirnos anotar todos aquellos datos que vayamos aprendiendo sobre la marcha: kilometrajes, tiempos, coste de peajes, curiosidades, horarios, etc.
Por último, no hay planificación inteligente que valga si, al mismo tiempo, no tenemos la precaución de tener previstos planes alternativos para los días con actividades de “cumplimiento incierto”, como son, por ejemplo, aquellas que dependen muy directamente de la climatología o de cuestiones difíciles de prever.
¿Saliendo de casa se acabó la organización del viaje?
Aunque a simple vista pudiera parecer que sí, nada más lejos de la realidad. La experiencia nos dice que los planes casi nunca se cumplen a rajatabla.
Aunque a simple vista pudiera parecer que sí, nada más lejos de la realidad. La experiencia nos dice que los planes casi nunca se cumplen a rajatabla.
En el transcurso del viaje siempre surgen imprevistos o simplemente decidimos cambiar los planes sobre la marcha porque descubrimos cosas nuevas. Pues bien, si somos buenos organizadores –y en eso estamos- también debemos estar preparados para hacer frente a los cambios e imprevistos a medida que vayan apareciendo.
Paradójicamente, la mejor “vacuna anti-imprevistos” es habernos informado previamente del terreno a pisar, llevando con nosotros las guías turísticas, de camping y otras fuentes de datos que nos permitan adaptarnos rápidamente a los cambios que se nos puedan plantear. Es inteligente ser precavido. Ayuda mucho cuando tenemos que sacarnos solitos las castañas del fuego. Al menos en todas aquellas cosas en las que la incertidumbre sea un factor importante es conveniente tener previsto un plan alternativo por si acaso.
Seamos flexibles para cambiar sin rubor los planes si el cuerpo (o la familia) nos lo pide. Para improvisar con gracia y salero no hay mejor receta que haber preparado “a fondo la lección”. Con un poco de perspectiva, adaptarnos a los cambios será coser y cantar y en la mayoría de los casos, la sangre no llegará al río.
Objetivo: ¡Vuelta a casa!
Todo viaje tiene un principio y también tiene que tener un fin, que no es otro que regresar al hogar, dulce hogar, contentos y felices. De lo contrario, no vamos bien. Una vez en casa, ya habrá tiempo para sacar conclusiones y aprender de la experiencia vivida para preparar el siguiente viaje todavía mejor.
Pero como queremos seguir profundizando en cómo preparar a fondo nuestro viaje, aquí tenemos "madera" necesaria para seguir con el proyecto...
Pero como queremos seguir profundizando en cómo preparar a fondo nuestro viaje, aquí tenemos "madera" necesaria para seguir con el proyecto...









