La web amiga para viajar a tu aire
Kilómetros de experiencia viajera y campista a tu alcance


Viajar en familia y con amigos es, sin duda, una experiencia inolvidable en todos los sentidos. A veces, un auténtico "deporte de riesgo". Puede ser una verdadera maravilla o, por el contrario, la cosa puede terminar como el rosario de la aurora a poco que no nos lo montemos bien.

En cualquier caso, si decidimos viajar acompañados, lo ideal para disfrutar del periplo es que el ritmo y los gustos de todos los integrantes del viaje coincidan lo más posible. ¡Y es que en el empeño nos jugamos el éxito de nuestras vacaciones!. Y ello será tanto más necesario cuánta más gente esté implicada en el proyecto.

Cuando en la familia o en el grupo de amigos no se dé tal “unidad de planteamiento”, si no queremos amargarnos los días de asueto, no nos quedará otro remedio que intentar llegar a compromisos entre las partes implicadas, aunque siempre procurando respetar todo lo posible los “gustos fundamentales” de todos.

Cuando los chicos son pequeños no suele haber demasiados problemas, especialmente si están acostumbrados a viajar desde chiquitines. Entre otras cosas porque los padres todavía estamos en disposición de "marcarles el paso”. En realidad los problemas serios empiezan cuando la prole entra en esa “fascinante” etapa llamada adolescencia, cuando nada les apetece y todo es un rollo aburridamente insoportable. ¡Ahí sí que empieza lo bueno! Encomendémonos a dios y al diablo para que la paciencia y la mano izquierda no nos fallen y nos ayuden a capear el temporal.

El acuerdo es aún más necesario, si cabe, cuando nos planteemos compartir el viaje con amigos o conocidos. ¡Cuántas amistades se habrán perdido por el camino por no haber hablado a tiempo dejando las cosas claras antes de ponernos en ruta!

Aunque resulta evidente la necesidad de que el grupo comparta unos gustos básicos -especialmente si el viaje va a durar muchos días- todavía hay quien se empeña en salir a ver mundo con otra gente sin haber hablado lo suficiente, metiendo con alegría torera en el mismo saco a los maníacos de los madrugones junto a otros cuyo mayor anhelo en la vida, y en las vacaciones, es olvidar que el reloj existe. Si nos va vivir peligrosamente, con semejante cóctel explosivo entre manos... ¡Tenemos casi asegurado llegar a ser los más felices del mundo! 

Así que, si se plantea la posibilidad de salir en grupo, lo primero es procurar dejar claros los gustos básicos de la gente si es que no los conocemos, que la capacidad de adaptación del personal tiene sus limitaciones y prevenir es curar.

Nuestra experiencia personal en “viajes en grupo” es abundante y mayormente satisfactoria, pues predicamos con el ejemplo. Afortunadamente compartimos en gran medida con nuestros amigos el modo de entender los viajes y eso lo hace todo más fácil.

El quid de la cuestión para hacer de un viaje compartido una experiencia gratificante radica en dos elementos clave:

  • El primero consiste en hablar con todos los implicados en el viaje, sobre apetencias, expectativas respecto a qué ver o hacer y, en definitiva, procurando averiguar a priori todo aquello que podamos saber para actuar luego en consecuencia. No hacerlo es el camino más corto al abismo.
  • El segundo es diseñar “en común” y en la medida de lo posible un plan de viaje que recoja los gustos de la mayoría de viajeros implicados, prestando especial atención a los aspectos potencialmente más conflictivos, (ritmo a seguir, puntualidad, madrugones, etc.) que requerirán de una intensa “sesión de comunicación” para lograr que todos puedan sentirse cómodos.

Y ya que hablamos de puntualidad... ¿Alguien conoce algo más capaz de estropear el más fantástico de los planes si no se respeta?. Cualquiera que haya viajado con personas impuntuales ya habrá sufrido en propia piel lo que eso supone. Así pues, ¿Impuntuales, como compañeros de viaje? ¡No, gracias!

Gente informal al margen, la “fórmula mágica” de los viajes en común, radica en asumir que cada persona adulta, pareja, familia o amistades tienen que tener las manos libres –y también “sentirse libres”- para elegir hacer o no cualquier actividad, esté o no prevista. Y ello sin generar discusiones ni tensiones en el resto de compañeros. Lógicamente esa cuestión, que por falta de costumbre suele ser más fácil de decir que de hacer, requiere que, de entrada, el grupo la conozca, la comprenda, la asuma y la respete. De lo contrario, se quedará en una mera intención y no servirá para atajar los malos rollos que pueden crearse.

Ciertamente el “Todos a una como Fuenteovejuna” es muy bonito y también deseable porque facilita la vida. Sin embargo, la realidad suele ser más prosaica y conjuntar voluntades no siempre resulta sencillo.

Y como en ninguna parte está escrito que “todos estemos obligados a hacerlo todo a la vez”, prever alternativas a esa premisa evitará no pocos problemas. Esto lo aprendimos de nuestros amigos Pepe y Nany, con quienes hemos compartido decenas de salidas- y podemos afirmar que pocas cosas hay más eficaces que la libertad para garantizar el éxito de un viaje con amigos. Y cuanto mayor sea el número de participantes, más útil y necesario será.

Y si no fuera posible alcanzar tal compromiso –que como hemos visto ha de ser asumido y compartido libremente por todos- el sentido común aconseja no hacer el viaje juntos o, como mínimo, plantearse la posibilidad de coincidir únicamente en las zonas donde exista “acuerdo”.

Alternativas hay muchas y conviene buscarlas, pero desde luego lo que está fuera de discusión es que las vacaciones son un bien escaso y todo el mundo tiene derecho a disfrutarlo al máximo. La premisa principal de hacer un viaje en compañía ha de ser, en primer lugar, apreciar y disfrutar de esa compañía. Aunque es necesario que nos adaptemos unos a otros, hay que procurar que se tengan que hacer las menos concesiones y sacrificios posibles. Especialmente si solamente se adaptan algunos. Egoístas, jetas, pejigueras recalcitrantes y demás gente de ese percal no suelen ser la mejor compañía viajera...

En realidad, "organizar la independencia” es más sencillo de lo que parece. Si alguien se agobia pensando en cómo hay que ponerlo en práctica, ahí van algunas ideas:

  • Si hay dudas de querer hacer todos las mismas cosas a la vez, el recurso de ir en dos o más coches resuelve el problema de raíz; suponiendo que habitualmente se comparta coche, claro. Así todas las partes tendrán las manos libres para ir a donde gusten en cada momento o para regresar al camping o al hotel.
  • El móvil es un gran aliado en tales trances. Utilísimo para “reencontrarse” después de un rato de actividad “dispar”. Imaginemos por un instante que en una misma ciudad unos quieran ir de compras y otros a ver un museo. No hay problema. Cada mochuelo a su olivo y los primeros que terminen la visita sólo tienen que llamar al resto para quedar después en algún lugar convenido.
  • La desaparición del "roaming" de pago en la Unión Europea facilita aún más el contacto telefónico. Y digo telefónico y no por "Whatsapp". Se trata de poder hablar y quedar de viva voz, sin esperar a que el destinatario decida leer el mensajito.
  • Otra opción muy interesante es llevar unos “walkie-talkies”. Estos aparatitos cada vez son más baratos y nos permiten estar intercomunicados siempre y cuando no estemos demasiado alejados unos de otros. Son especialmente útiles yendo en coche. Por ejemplo, para acordar una parada inesperada en ruta cuando la vejiga de alguien se va quedando sin arrugas.  Eso sí, que se ocupen de ellos los "copilotos".

En ocasiones, cuando cada cual haya ido a la suya durante la jornada, sólo quedará esperar al reencuentro en el camping para compartir las vivencias del día cenando juntos o alrededor de una taza de café. 

Si viajamos en varios coches, es buena idea hacer los desplazamientos juntos. No sólo para “socorro mutuo” en caso de avería o contratiempo, sino también para facilitar el aparcamiento en un mismo sitio. Tengamos presente que la tarea de “rejuntarse” conlleva la aparición de tiempos muertos que, en ocasiones, pueden condicionar muy seriamente la realización de las actividades previstas si se va justo de tiempo. ¡Seguro que todos habréis padecido esperas de lo más peregrinas y sabréis a qué me refiero!

No obstante cuando el ritmo de marcha habitual sea muy dispar entre los conductores del grupo, convendría buscar alternativas que no obligasen a nadie a hacer lo que no quisiera. Los conductores "liebre" y los conductores "tortuga" no suelen combinar demasiado bien. Especialmente en los largos desplazamientos es cuando las diferencias de ese tipo se hacen más visibles. 

Si optamos por hacer el trayecto “por separado”, la mejor solución viene de los GPS. Coordinarlos y asegurarnos previamente que el destino sea el mismo para todos garantiza que todos lleguemos al mismo punto sin pérdidas. No será la primera vez, ni la última, que alguien del grupo todavía está dando vueltas buscando el camping o el lugar de reunión. En cualquier caso esas soluciones deberían adoptarse únicamente en casos excepcionales, pues como ya he comentado el sentido común recomienda hacer el trayecto juntos cuando se viaja grupalmente. Tenemos ya bastante experiencia en “contratiempos de ruta” que gracias al apoyo de unos y otros hemos logrado capear airosamente.

En desplazamientos cortos, cuando ir juntos se vuelva un problema insuperable, lo mejor es que cada cual circule a su ritmo, acordando después hora y punto de encuentro. Otra vez el GPS es la solución milagrosa. A fin de evitar esperas innecesarias a una parte del grupo, es buena idea que la facción “tortuga” salga un poco antes y así “sincronizar” lo más posible la llegada a destino. Es una situación un poco más engorrosa, pero al menos resulta útil para salvar el escollo sin que nadie se sienta forzado. Y es que con imaginación y buena voluntad hay remedio para casi todo.

Dinero y gastos comunes. Cuando se viaja en grupo, utilizar un "fondo común" para pagar las consumiciones de todos simplifica bastante el trance y es una buena solución cuando los gustos y hábitos de consumo de todos los miembros sean más o menos similares. Si no es así, es preferible que cada cual se pague lo suyo a pesar de que eso resulte más engorroso.

Eso lo agradecerán especialmente las personas que comen poquito o no beben alcohol respecto a sus compañeros de viaje. Quizás por un día o dos eso no importe demasiado, pero en un viaje de varios días los "austeros" pueden verse obligados a asumir unos costes que, en realidad, no les corresponderían. Y, por contra, otros viajeros se verían beneficiados por el sistema. Las cuestiones "financieras" son especialmente delicadas y por eso mismo conviene tener esas cosas muy presentes.

Lo mismo vale para las compras en el supermercado para comidas o cenas. O se está muy de acuerdo en general -y para eso es fundamental haberlo hablado previamente- o es mejor que cada cual compre lo que le apetezca y luego se haga, si procede, una "comida de hermandad".

Desde luego que es posible establecer "sistemas mixtos" que hagan la vida grupal un poco más sencilla. Por ejemplo se puede poner un fondo para pagar todo aquello que sea estrictamente equitativo o se pueden establecer ciertas "exenciones de contribución" para aquellos que habitualmente consuman menos que los demás. Dicho en otras palabras, que haya ciertos momentos en que no aporten al fondo.

Evidentemente el sistema de "fondo común" requiere que el "depositario del fondo" cuente con la confianza de todos los miembros. Ya bastante engorroso es asumir la carga de pedir y pagar lo de todos como para que encima aún se corra el riesgo de que sospechen de uno.

Otro tema "delicado" a tener muy en cuenta es acordar previamente cómo se actuará en caso de multas de tráfico cuando se comparta coche de alquiler. Al alquilar un vehículo, las empresas suelen exigir que se declare anticipadamente quién se ocupará de conducir. En general, cuantos más conductores se declaren el precio suele ser también mayor. En consecuencia, quien vaya a conducir "en nombre de todos los ocupantes" asume la responsabilidad de no contravenir las normas de tráfico y de conducir sensatamente, pero a nadie se le escapa que, incluso siendo habitualmente cuidadosos, prudentes y respetuosos, un radar traidor o la posibilidad de causar daños ligeros al vehículo (roces, rayaduras, etc.) son incidentes que ocurren con bastante frecuencia. Nuestra opinión es que si eso ocurre, el coste de las sanciones y demás gastos se asuman y repartan entre los distintos viajeros. La única excepción a contemplar es que se conduzca irresponsablemente o haciendo tonterías exclusivamente achacables a la voluntad de la persona conductora. 

Aún no se me ha olvidado que hace ya bastantes años, en un pueblo alemán, los dos coches fuimos sancionados con una multa de 25 euros cada uno por circular a 57 por hora al entrar en zona urbana. El radar estaba justo detrás de una curva. Pues bien, alguno de los viajeros arrugó la nariz por tener que pagar a escote. Recordemos que los gastos derivados del alquiler de un coche van contra la cuenta de quien lo contrata. Ya es bastante carga asumir esa responsabilidad para que, encima, los gastos imprevistos haya que asumirlos también, mientras el resto "se va de rositas".

En suma, cuando hay asuntos de dinero de por medio, lo mejor es consensuar el modo de hacer las cosas antes del viaje. Y si durante el mismo se advierte que algo no funciona, pues cambiarlo sobre la marcha. Y eso vale tanto para la organización de visitas, horarios de salida, ritmos de viaje y pagos en común.

Viajar en grupo es muy divertido, pero es bien sabido que es un "deporte" que no está exento de riesgos. Evitarlos es tarea de todos para que no no acabemos muriendo en el intento.

A fin de cuentas el objetivo es que, al final de las vacaciones, todos nos sintamos felices y contentos de haber compartido tiempo, risas y experiencias.